Sobre la sanación como restauración
Gaveen Godage, JAMA, 22 de mayo de 2025
Cuando desperté en una habitación de hospital, rodeado de monitores y rostros desconocidos, sentí una mezcla de miedo y confusión. Abrí los ojos lentamente, y aunque el dolor en mi pecho era intenso, lo que más me impactó fue la sensación de estar en múltiples lugares a la vez. Recordando mi infancia, crecí con una cardiopatía congénita, la
tetralogía de Fallot, y mi vida estuvo marcada por constantes visitas al médico y cirugías. Sin embargo, a pesar de las limitaciones, siempre intenté mantener una perspectiva positiva.
Mis padres fueron mi mayor apoyo. Ellos hicieron todo lo posible para que mi infancia fuera normal. Me llevaron a campamentos de verano, a fiestas de cumpleaños y a paseos por museos. Aunque no podía correr como otros niños, ellos me animaron a participar en actividades. Me llenaron de elogios y amor, haciéndome sentir especial. Para mí, las
visitas al médico eran como encuentros familiares, donde recibía sonrisas y palabras de aliento. Nunca me sentíenfermo; más bien, pensaba que tenía una vida llena de posibilidades.
Sin embargo, todo cambió cuando me mudé a Los Ángeles para ir a la universidad. De repente, me encontré solo, lejos de mi familia y de mi cardiólogo. Empecé a cuestionar mi identidad y la forma en que mi condición influía en mis relaciones. La presión de ser un adulto y las dudas sobre mi salud mental me abrumaron. Busqué en internet las experiencias de otros pacientes y me encontré con realidades inquietantes sobre complicaciones y problemas de salud mental. Empecé a sentir el peso de mi condición de manera más intensa.
A lo largo de este proceso, me di cuenta de que la narrativa común sobre la enfermedad, como una batalla que se puede ganar o perder, no se aplicaba a mí. No había una restauración completa de mi salud; en cambio, vivía con una condición crónica desde siempre. Comencé a pensar que los profesionales de la salud deberían tener conversaciones más profundas y vulnerables con los pacientes, ayudándolos a aceptar su realidad a largo plazo.
Hoy, he aprendido a encontrar significado en mi experiencia de enfermedad. La sanación ya no es un destino que espero alcanzar; son los momentos de tranquilidad y las pequeñas victorias que vivo cada día. A pesar de los desafíos, siento una profunda gratitud por la vida y por las conexiones que he formado. Mi historia es un recordatorio de que, aunque la
enfermedad puede ser desalentadora, también puede ser una fuente de fortaleza y esperanza.